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    El globo de los precios no estatales a punto de reventar en Cienfuegos

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    Galletas

     

    El bolsillo de los cubanos es una herida supurante. No sana. Cuando al fin parece que será el momento de su curación, el elevado costo de la vida, en perenne ascenso —con más énfasis dentro del sector privado y el mercado informal—, termina ocasionándole otro desgarro. Se desangra sin freno y a chorros, hasta dejarnos nuevamente moribundos en la mitad del mes.

    A grados extremos llega esta masacre, tanto que si hace un año el gobierno cubano no hubiese favorecido con el incremento salarial a los trabajadores del sistema presupuestado, los poco más de 400 pesos (CUP) que muchos ganaban entonces ni siquiera alcanzarían hoy mismo para intentar reposar la cabeza sobre la almohada y pensar en el respiro del día siguiente.

    La pandemia de la Covid-19 ha agravado este escenario, ya bastante maltrecho, fundamentalmente por las medidas coercitivas del Bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, pero además por insuficiencias de nuestra economía. El efecto ha sido una situación de desabastecimiento y escasez, que muy tempranamente algunos actores no estatales comenzaron a cobrar con el aumento de los precios a sus ofertas.

    Varios vendedores de alimentos ligeros —aprovechándose del déficit en la producción de harina de trigo y de su desaparición del comercio minorista—, elevaron las tarifas de sus comestibles. Por ejemplo, los paquetes de galletas saladas que antes de marzo, previo a la incidencia del nuevo coronavirus, rondaban los 15 y 20 CUP, subieron primero a 25, y ahora cuestan el doble de su valor inicial. Ha pasado incluso hasta con los servicios de belleza particulares, que tras recesar en los meses de confinamiento, reabrieron, en muchos casos, con alza en los costos de sus prestaciones.

    Así viene sucediendo desde hace meses con casi todo lo que necesitamos para vivir, y en las últimas semanas pareciera que el globo de los precios está a punto de reventar. La anunciada unificación monetaria y cambiaria, y la consiguiente reforma salarial —que multiplicará en casi cinco veces la actual remuneración que perciben los trabajadores estatales—, ha desatado un incremento que resulta preocupante, aún sin que tales medidas estén en vigor. De un día para otro, el precio de un simple café anda por los 10 CUP en algunas cafeterías privadas, y el de una botella de puré de tomate (que una semana atrás costaba 25 CUP) se ha empinado hacia los 30 pesos, y nada menos que en mercados agropecuarios estatales donde concurren distintas formas de gestión.

    El comercio subterráneo presenta un panorama mucho peor, totalmente descarriado. Entrevistados refieren que los precios de los frijoles y el arroz —dos alimentos básicos en la dieta del cubano y de nula venta liberada en estos meses— oscilan entre 20 y 30 CUP por libra en Cienfuegos, y son más elevados en otras regiones de la Isla. Las deprimidas producciones nacionales, las limitadas importaciones y, por consecuencia, el desabastecimiento, sirven de comida al llamado mercado informal, aunque ello no respalda ni legitima su existencia.

    Desde el sector por cuenta propia, algunos actores justifican los desmedidos aumentos alegando no solo la falta de suministros y la escasez. Aluden al mecanismo de la oferta y la demanda cual escudo para protegerse de cualquier señalamiento. Esto es oferta y demanda, dicen, sin entender muchas veces de qué va y como si eso fuera infalible. Pero, a la larga, ¿está más rico el café?, ¿son más grandes los paquetes de galleta?, ¿mejoró la calidad del servicio?… ¿Por qué, exactamente, estamos pagando de más?

    Se sabe que la implementación del ordenamiento monetario disparará las tarifas pactadas entre las empresas mayoristas, con un fuerte impacto en el comercio común de bienes y servicios, que encarecerá la vida en el país. Por esta razón, las autoridades cubanas han previsto una reforma salarial que nos permita sobrellevar lo que viene. Se sabe también que habrá límites para los precios mayoristas, que condicionarán igualmente el valor de los productos en la red minorista. Sin embargo, todavía nada de esto ha arrancado y ciertos nichos del mercado no estatal comienzan a inflarse, como si sus precios fueran globos de cumpleaños para los magullados bolsillos que pagan.

    Tomado de 5 de septiembre

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