Cuando el 8 de octubre último Manuel Marrero Cruz, Primer Ministro de la República de Cuba, anunció, para la mayoría de las provincias, la nueva normalidad y sus correspondientes medidas, luego de siete meses de lucha intensa contra la COVID-19, asumimos que serían mayores los desafíos.

La lógica decisión, al menos para mí, alejada de malsanos cuestionamientos, pone la mirada en el urgente despertar económico que requiere la nación, donde nunca se descuidará la salud, el bienestar social y el empeño por la vida, lo más importante y preciado.

A la hoja de ruta que seguiremos se sumó el llamado reflexivo al autocuidado, a la responsabilidad, modos de actuación necesarios para complementar la estrategia del país donde, desde ahora, deben ser recíprocos los esfuerzos.

Sin embargo, se encienden las alarmas cuando, a través de las redes sociales los que evitamos las aglomeraciones y sólo salimos de casa con la única misión de cumplir nuestro deber, observamos, el malecón de Cienfuegos repleto de jóvenes, amontonados y sin la protección del nasobuco, haciendo honores a la antigua rutina de los sábados.

Que retomemos paulatinamente los encuentros familiares y entre amigos, los centros recreativos abran sus puertas o el transporte se libere de las limitaciones provocadas por la pandemia, por sólo citar cercanos ejemplos, no significa que pongamos punto final a lo experimentado de marzo a la fecha.

Hay apertura para salidas y citas colectivas, lo que no justifica falta de percepción del riesgo que incluso, luego de tantas alertas, muchos necios se niegan a ver y sólo comprenden cuando hay graves o fatales consecuencias.

No podemos sentirnos infalibles por vivir en Cienfuegos, una provincia donde sólo enfermaron 26 personas, pero que continúa en riesgo porque la enfermedad aún no desaparece y acecha sin rostro y muchas veces silenciosa.

Es tiempo de pensar más en cómo protegernos individual y colectivamente, sin la voz tranquilizadora y diaria del doctor Durán, momentos para meditar sobre lo que cuesta nuestra salud al país y la mejor forma de aliviar esos gastos que no pesan en nuestro bolsillo, pero cuentan en el presupuesto estatal.

La nueva normalidad es el punto de partida de una marcha que aliviará las dificultades de la economía del país, bloqueada y prácticamente detenida por la pandemia, es eso en su dimensión más completa y no la arrancada de un actuar irresponsable.

Tomado del Portal del Ciudadano del municipio de Cienfuegos

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