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Cuba recuerda a Vilma Espín a 91 años de su natalicio

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Vilma Espin 1

 

Vilma Espín Guillois, quien cumpliría 91 años este 7 de abril, tenía una trayectoria de combate impresionante cuando muy joven todavía aceptó en 1960 las riendas de la naciente Federación de Mujeres Cubanas (FMC), de manos de Fidel.

Y así trabajó con el denuedo y la abnegación tan suyas para contribuir a realizar la revolución dentro de la Revolución que representaban sus congéneres en aquellos tiempos nuevos.

Aunque falleció a consecuencias de una dolencia el 18 de junio de 2007, la heroína de la ciudad y la montaña en la lucha libertaria, sigue siendo Presidenta de Honor de la organización que nació de su obrar como una criatura.

A ella entregó entonces su vida e inteligencia, su fuego creador, y de ella recibió experiencias y agradecimiento. Su membresía celebra hoy 60 años de trascedente existencia con sensación de plenitud.

Puede afirmarse que aquella muchacha delicada y hermosa, natural de la ciudad de Santiago de Cuba, cambió muy temprano la trenza y el candor por la lucha y movilización en las calles de la oriental urbe, siendo una estudiante de la enseñanza secundaria.

Sus padres fueron decisivos en la formación de sus valores cívicos y patrióticos. Junto a otros estudiantes la adolescente Vilma participaba en marchas y reclamos contra la corrupción, por la justicia y de acciones solidarias con otros pueblos del mundo.

En sus años juveniles sintió además gran afición por las actividades culturales, como el canto lírico y coral que practicó, el deporte y las ciencias.

Graduada de Bachiller en Ciencias en 1948, matriculó la carrera de Ingeniería Química en la recién creada Universidad de Oriente.

El artero golpe de estado de Fulgencio Batista en 1952, marcó un momento importante en la profundización de sus ideales políticos y patrióticos.

Se hizo una combatiente todavía más activa, de modo que cuando ocurrieron los sucesos revolucionarios del 26 de julio de 1953, con los asaltos a los cuarteles de Santiago de Cuba y Bayamo, organizados desde La Habana por Fidel Castro, no dudó en saber cuál sería su destino y militancia.

Enterada de los sucesos de aquel histórica madrugada de la Santa Ana en su ciudad, no pudo evitar salir a la calle y tratar de ponerse en contacto con la fuerza juvenil rebelde. Luego, cuando la sangrienta persecución del régimen cazaba a sus participantes en la ciudad, su casa sirvió de refugio a un combatiente, Severino Rosell,y desde allí prestó socorro a otros jóvenes dispersos en varios puntos.

Vilma Espín y Frank País, otro héroe entrañable de su tierra, fortalecieron los lazos de hermandad y colaboración que tenían a partir de la creación, años después, del Movimiento 26 de Julio. La ciudad natal de ambos conoció del coraje y la intrepidez de esos jóvenes y de muchos más hijos de la región cubana con fama de indómita.

A mediados de los 50, al término de su carrera, seguía implicada en el centro de la lucha contra la dictadura batistiana.

No obstante, viaja a Estados unidos a recibir un curso de adiestramiento. Al retornar al país pasa por Ciudad de México para reunirse con Fidel, quien está en los preparativos de la expedición del yate Granma.

Regresó a Cuba con mensajes y orientaciones enviados por el líder revolucionario a otros dirigentes de la organización patriótica dentro del país.

Vilma y varias de sus amigas y compañeras de la lucha clandestina desafiaron muchas veces los peligros de ser asesinadas o desaparecidas sádicamente por los sicarios del tirano Fulgencio Batista, al transportar grupos de revolucionarios en su auto y esconder armas y medicamentos, que hacían llegar a los luchadores, en sus amplias faldas y sayuelas, conocidas entonces como “engañadoras”.

Con el asesinato en 1957 de Frank País, los riesgos para la vida de la audaz guerrillera se incrementaron, a pesar de la pericia adquirida en acciones de resguardo y fuga, que incluso la hacían saltar muros o transitar por tejados, con una agilidad insospechada.

Su batallar tuvo que continuar entonces en 1958 como combatiente del II Frente Oriental Frank País, a las órdenes de Raúl Castro, al sureste de la Sierra Maestra.
En el Ejército Rebelde cumplió misiones militares y participó en el proyecto educacional desarrollado allí que en medio de los combates, alfabetizaba a soldados y campesinos de las regiones liberadas e impartía orientación ideológica.

Después del triunfo de la Revolución y la asunción de la presidencia de la FMC, sin embargo encontró tiempo para ejercer su profesión de ingeniera. Formó una familia con el amor de su vida, a quien encontró en la militancia y fragor de la lucha guerrillera.

Miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y de su Buró Político por muchos años, fue artífice de una obra profunda y perdurable en tiempos de paz, pero no exenta de los desafíos y dificultades de un país cambiante, amenazado, bloqueado y agredido, en Revolución.
Probado está que los obstáculos y peligros siempre fueron retos a vencer y acicate para ella.

Sin embargo los años duros de la brega no la hicieron perder su serenidad y dulzura. Sólo un detalle: era batalladora la ternura de esta inolvidable cubana.

Entonces, mientras la mujer cubana se levante cada día dispuesta a hacer por el bien de todos, mientras siga a la vanguardia en cada tarea titánica, mientras dé otro paso en el camino para despojarse de estereotipos y roles frívolamente asignados, para erguirse como protagonista de su tiempo, de su presente y su futuro, ahí estará Vilma renacida, inmensa en su sencillez, orgullosa de haber abonado ese camino.

En estos tiempos de duras sacudidas, de constantes pruebas a la dignidad y a los principios, no han claudicado sus pupilas, al contrario, se han crecido, porque atesorar ejemplos como el suyo es fuente de inspiración y empuje constante, a fin de plantar cara, con firmeza, a los escollos del presente y a los retos que aún nos queden por vencer.

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